Desafortunadamente, armas químicas

Los periódicos nos han contado estos días que han sido más de 1.500 muertos, que había muchos niños entre ellos.

Y, además, sabemos que Siria no está lejos. Miramos en nuestro atlas y comprobamos que se sitúa debajo de Turquía, en el Levante mediterráneo del otro lado al nuestro. Diríase que es nuestra imagen especular. Su capital, aunque algunos de nosotros no la conozcamos en directo –Damasco- sugiere belleza, exotismo, tradición y cultura (es patrimonio de la humanidad por la UNESCO) con sólo pronunciarla. Está rodeada de una muralla romana que guarda los mismísimos orígenes de nuestra historia. Se la conoce como la Ciudad del Jazmín (tal vez por la presencia de un aroma dulce, como el de la flor, en cada una de sus calles).

Todos ellos han muerto de manera silenciosa. Ese es el tipo de muerte que propician algunas armas químicas: no hacen ruido, son terriblemente sigilosas, no hay disparo, uno no es consciente de su llegada hasta que ya es imposible escapar.

Durante la 1ª GM (guerra mundial), las tropas alemanas fueron las primeras en utilizarlas en combate. En aquel momento se trataba de cloro y granadas de “gas mostaza”.

Lo cierto es que ahora existen infinidad de armas químicas.

Las armas químicas más “débiles” son los «gases lacrimógenos». Sería suficiente una pequeña cantidad de ellos para provocar ardor ocular, dificultad para respirar, opresión torácica, náuseas y vómitos. Hasta el momento, en las manifestaciones de la calle donde se han empleado, no han provocado ninguna víctima mortal. No obstante, parece indiscutible pensar que su presencia en lugares cerrados sería mortal.

Otros gases más tóxicos serían los gases «vomitivos”, también los “urticantes» y los “asfixiantes»,

Los gases más poderosos que se conocen son los «vesicantes” y los “paralizantes”. Los «vesicantes» producen pústulas extensas y muy dolorosas. El ejemplo más conocido es el «gas de mostaza». Produce daño pulmonar y, además, causa lesiones en los ojos tan graves que muchas veces conducen a ceguera. El “gas mostaza” tiene capacidad para ser absorbido a través de la piel, no solamente puede ser inhalado. Protegerse de él no es nada fácil, si no se cuenta con una ropa adecuada y una amenaza previa -un aviso de ataque químico- que nos haga vestirnos así.

Los gases «paralizantes» son aún más agresivos. Hay dos tipos: los G y los V. Los primeros -GA (tabun), GB (sarín) y GD (soman)-, descubiertos por los alemanes, pueden causar la muerte con una única inhalación. Los agentes V fueron diseñados por los ingleses. Son tremendamente potentes. Actúan también a través de la piel. Por ello, el uso aislado de máscara antigás no ofrece protección apropiada.

Desde la invención de las armas químicas a principios del siglo XX, muchas han sido las guerras en las que se ha demostrado su utilización: 1ªGM (1914-18), guerra del Rif (1921-27), invasión italiana de Etiopía (1935-36), invasión japonesa de China (1937- 42), guerra civil de Yemen (1962-70), guerra Irán-Irak, Kurdistán iraquí (1980-88). Y todavía se debate si fueron usadas en la guerra de Vietnam (1954-75).

En la Convención de Armas Químicas de 1993 se prohibió la fabricación, adquisición y venta de las mismas. Entró en vigencia en 1997. Sin embargo, no abarcó las armas biológicas (¿en qué estaban pensando para no incluirlas en esta prohibición?, me planteo contrariada). Casi todos los países la suscribieron (188 de 195 estados

reconocidos por las Naciones Unidas son actualmente signatarios de la Convención). De las siete naciones que no lo son, dos han firmado pero todavía no han ratificado el tratado (Birmania e Israel), mientras que cinco no han sacado el bolígrafo para firmar ni tan siquiera. Éste es el caso de Angola, Corea del Norte, Egipto, Sudán del Sur y Siria.

Sin lugar a dudas, el curso académico ha empezado en Siria torcido. ¿Cuántos niños habría entre esos 1.500 muertos?

Los mandatarios sirios no firmantes del mencionado acuerdo debieron considerar lícito el asesinato de más de mil civiles con gas sarín, un organofosforado incoloro, inoloro y clasificado como arma de destrucción masiva por la ONU.

El gas sarín fue desarrollado como pesticida en 1939. Su mecanismo de acción se asemeja a la de algunos insecticidas de uso común, como el malatión. Es un potente inhibidor de la enzima colinesterasa. Con esta enzima inhibida, la acetilcolina se acumula en las sinapsis y continúa actuando de manera que los impulsos nerviosos son constantemente transmitidos. Normalmente, la acetilcolinesterasa descompone la acetilcolina en la hendidura sináptica con el fin de permitir que el músculo efector se relaje. La muerte suele producirse por parálisis espástica respiratoria. Qué horror…

… Cuando tanta gente muere -tan cerca de nosotros en tiempo y espacio- las conciencias nuestras deberían removerse y sufrir un insomnio persistente sin consuelo posible. Y, sin embargo, podemos dormir. Me preocupan las víctimas mortales y este mundo sin conciencia que yace estúpidamente dormido y que todo se lo traga sin masticar. Tras el brutal asesinato de tantas personas –tan cerca-, sólo hemos logrado unas tímidas reacciones: EE.UU. asegura haber destruido 28.000 toneladas (90% del arsenal declarado); Rusia cree que tiene más. Por su parte, Rusia ha anunciado que va a destruir más del 70% de su arsenal químico, estimado entre 24.000 y 40.000 toneladas. ¿Por qué ninguno destruye el 100%?

Se sospecha que Corea del Norte produce 5.000 toneladas anuales y que, ni por asomo, pretende destruir ni un ápice de esta producción. Es más: Pyongyang ha adquirido “gas mostaza”, sarín y agente V recientemente. ¿A qué país se lo ha comprado?

El gobierno de transición libio, tras la caída de Gadafi, reveló la existencia en Libia de varios arsenales no declarados.

Desafortunadamente, el mundo no cambia. Seguimos cometiendo idénticos errores. Cada siglo más sofisticados. Echo de menos la lanza o el cuerpo a cuerpo. Al menos en esos combates ganaba el mejor, sin malos (y espías) que parecen buenos y se visten de salvadores, sin cobardes que se limitan a presionar el botón letal de un mando a distancia desde una butaca de cine, que abraza su egoísmo y egocentrismo, en el corazón de un bunker.

Para más información

Siria remite la información sobre su arsenal químico

http://internacional.elpais.com/internacional/2013/09/21/actualidad/13797 82038_924990.html

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