Tengo la vida en pausa,
¿por qué no puedo gritar?
Estoy tras una mampara
de cristal
agitando mis puños
en gestos
que no entiendes,
y no te culpo
de no haberte enseñado
a hablar conmigo,
de no haberte dirigido
una sola palabra
que no ocultara
lo que ahora grito,
esperando
que seas capaz
de leerme los labios
en tu reflejo;
Yo puse la mampara,
¿a quién puedo culpar?
Yo te oculté el único idioma
que sé hablar,
¿puedes enseñarme a llorar,
a ser real?
La mampara brilla
en tonos del fuego,
su frío se ríe de mí,
pone al espejo
en mi contra,
y mi reflejo muere
con un destello
que es más una mueca,
de complicidad,
casi,
y el cristal cae,
el ruido me llena los oídos
de silencio,
¿por qué no puedo gritar?
Sigo agitando mis puños,
sigo esperando
que me hables,
y sigo sin saber llorar,
ven para que mi ojos
le lloren a los tuyos negros,
dame una flor marchita
y grita que me caeré,
necesito sentir
rabia en la piel,
que tu voz queme,
los puños ardan
y las lágrimas mueran,
sin romperse,
en mi piel,
con luz se prendan
las flores muertas
y griten:
¡que alguien me enseñe a llorar!
Ya no hay cristal,
no hay espejo ni reflejo
más que mis lágrimas
en tus ojos negros,
ya no quiero llorar,
llorarle a las flores muertas
a voces
sin tu parpadeo,
¿es que no me oyes gritar?
Ven para que deje de llorar.