El pensamiento es peligroso para el cambio. Esto es algo que la historia deja claro y que demuestra con creces el miedo que tiene el poder a las personas que piensan. Pensar conlleva dudar de las cosas, cuestionarlas, no conformarse con lo dado; lo que equivale a exigir y pedir lo que es necesario.
Vivimos en un mundo injusto, donde el desequilibrio mide las vidas de las personas. Mientras algunos tiran por el desagüe el agua fría esperando a que llegue el agua caliente, otros beben agua con barro y bacterias. Vivimos en un mundo donde el dinero mide lo que cada uno puede llegar a hacer o valer en este universo, donde quien más monedas y billetes posea, mas oportunidades tiene de moverse y de conseguir sus propósitos. Si no tienes dinero, te pueden quitar la oportunidad de tener un hogar, de tener ropa, de tener comida suficiente y de tener agua. Incluso te pueden quitar la oportunidad de tener una educación. Los que si tienen ese dinero, harán todo lo posible por conservarlo y por conseguir más, y cuánto menos tenga el otro, más tendrá él. De modo, que de esto concluimos que nos conviene que el otro tenga menos. El que posee dinero le puede quitar muchas cosas al que no lo tiene.
Pero hay algo que nunca puede arrebatarle: pensar. El pensamiento está en cada uno de nosotros, y es como un músculo que a mayor esfuerzo y trabajo, mayor será el espacio que ocupe. El pensamiento no se compra ni se vende, está en tu interior y nadie te lo puede arrebatar. Y con el pensamiento se pueden hacer muchas cosas, muchas cosas que el dinero no puede hacer. Se puede cambiar el mundo. Sí, el saber cambia el mundo.
De ahí que al poder establecido no le convenga que haya demasiada gente pensando, demasiada gente critica, demasiada gente dándose cuenta de que el mundo no está bien. Por ello es necesario llenar las cabezas de las personas de múltiples programas que no llevan a ningún lado, o de múltiples historias cinematográficas que nos evadan de la realidad. Es importante llenar la cabeza del sujeto de información de cosas que no importan para así no dejar espacio al saber. La publicidad es necesaria para terminar de llenar esos huecos que quedan en las cabezas de estos pobres seres…
La filosofía nació como una forma de intentar entender, de una vez por toda, el mundo. No importa dónde, si fue en Grecia, la India o la misma América. Lo que importa es que esas personas empiezan a darse cuentan de que necesitan conocer la realidad, o al menos saber algo más de ella y no solo lo que nos vienen contando. Se dan cuenta de que necesitan conocer, necesitan pensar, razonar. Y es así como surge una serie de pensadores, unos detrás de otros que crean teorías múltiples de los distintos aspectos de la realidad que nos rodea. La filosofía no se conforma con lo
que viene dado, lo pone todo bajo un cuchillo afilado que lo degolla todo sin compasión hasta encontrar la raíz de las cosas. No importa si tarda mucho o poco, o si por el camino el cuchillo se ha quedado solo. Siempre hay una mano que lo coge con fuerza y sigue abriendo las cosas para profundizar en ellas. La filosofía critica todo lo que se pone en su camino porque entiende que la verdad no es de nadie a la vez que es de todos, de modo que ningún pensamiento debe de estar por encima o por debajo de otro. La filosofía cuestiona todo lo que se viene dado porque se da cuenta que siempre es en favor de unos pocos, y dejan al margen al resto que no se cuestionan el por qué de las cosas. La filosofía te obliga a pensar, te obliga a querer cambiar el mundo…
Por eso, la filosofía es peligrosa. Y para dejarlo un poco más claro, cada vez se va reduciendo un poco más el ámbito donde puede actuar. Cuando creía que podía implantarse en las mentes de los adolescentes, mostrándole un poco a los chicos y chicas de donde procede todo el pensamiento y leyes que nos rodean, la ley ordena que no lo haga y que se vaya quedando a un lado marginada, poco a poco, con el resto de cosas peligrosas. Sin embargo, entre esas cosas peligrosas no se encuentran las balas. Debe de ser porque una bala mata, pero la ves venir. Sin embargo la filosofía puede cambiar las cosas -de hecho lo hace- y ni siquiera puedes verlo. Y ese es el peligro. Las balas para tenerlas tienes que comprarlas, y eso solo puede hacerlo aquellos que tienen monedas y billetes. Pero la filosofía no puede comprarla ni venderla nadie, y está a disposición de todo aquel que esté dispuesto a aceptarla. Por eso, se siguen fabricando balas, pero se prohíbe la filosofía.
Y en el olvido, intentaran que caigan todos esos escritores y escritoras que lucharon por hacer del mundo un lugar mejor, que lucharon por cambiar las cosas, que lucharon por mostrar verdad. Intentaran que caiga en el olvido todas esas personas que murieron por defender unos ideales en favor de los que más lo necesitaban…
Pero como iba diciendo, el pensamiento es cosa de uno, ni se vende ni se compra, ni se roba. Y lo mismo pasa con el olvido. Está en cada uno de nosotros, el luchar por cambiar las cosas, el seguir pensando y pensando, el no dejar de cuestionarlo todo y de criticar todo lo que se nos viene dado; porque tenemos que darnos cuenta que en este mundo hay algo que falla, que en este mundo hay un grave problema… y no se trata de dinero.
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