Enfermedades que cambiaron la historia (I). Hemofilia

ENFERMEDADES QUE CAMBIARON LA HISTORIA (I)

La hemofilia y la Revolución rusa de 1917.

Pocas enfermedades han influido tanto en la historia de la humanidad como la hemofilia. Su carácter hereditario y la espectacularidad de los síntomas que se sufrían antes de los tratamientos modernos, confirieron a esta afección aspectos dramáticos, casi novelescos. ¿Pero cómo influyo esta enfermedad en la política de algunos pueblos? ¿Pudo haber sido determinante incluso en los avatares sociales del siglo XX? Y más particularmente, ¿podría guardar la hemofilia alguna relación con la Revolución rusa de 1917 y haber servido de aliada de personajes tan siniestros como Rasputín?

La hemofilia es una enfermedad de la sangre caracterizada por la alteración de la coagulación, un proceso muy complejo que se produce por la acción en cadena de varias sustancias o factores de tal forma que si falta alguno de estos no se lleva a cabo este proceso. El síntoma característico es el sangrado, que puede darse tanto interna como externamente. Hay dos tipos de hemofilia la A y la B. En el caso de la A lo que falta es el factor VIII y en la B el factor IX.

Debido a su carácter hereditario recesivo ligado al cromosoma X, aquellos que heredan el gen de la hemofilia, si son varones, la padecerán seguro y además la podrán trasmitir a alguno de sus descendientes si llegan a la edad adulta, mientras que las mujeres la trasmitirán, pero sólo la padecerán si han heredado el gen de sus dos progenitores. Hay que decir que no todas las formas de hemofilia tienen la misma gravedad. Si la carencia del factor que antes comentábamos no es total, puede pasar desapercibida hasta la edad adulta, en la que puede dar la cara por ejemplo por una intervención quirúrgica. Imaginemos la trascendencia que esto tiene en el caso de los matrimonios entre miembros de las distintas monarquías, si el gen está presente en ambas líneas familiares

Por fortuna en estos momentos esta afección se controla perfectamente con el tratamiento adecuado, pero no hace muchos años, estos infaustos pacientes no tenían alternativa terapéutica salvo esperar que el resto de los factores de la hemostasia compensasen la acción de los que estaban ausentes. No obstante esta imposibilidad para controlar la enfermedad tuvo en la historia aparentes excepciones que han quedado ocultas en el proceloso terreno de lo exotérico.

¿De dónde parte el entonces mayor foco de hemofilia conocido en la historia?

La enfermedad ha existido desde siempre, aunque más recientemente habría que referirse a la Reina Victoria de Inglaterra que era portadora del gen y que lo extendió prácticamente a toda Europa ya que tuvo 9 hijos, de los cuales Leopoldo fue hemofílico y al menos dos de sus hijas, Alicia y Beatriz fueron portadoras, es decir, podían trasmitir la enfermedad a su descendencia aunque no la padecieron.

Respecto al hecho de cómo llega a Rusia esta enfermedad debemos recordar que la princesa Alicia, hija de la Reina Victoria, tuvo siete hijos, uno de los cuales, Federico, era hemofílico y dos hijas, Alix e Irene, portadoras. Federico o «Frittie» como le llamaban, murió a los tres años al caerse de una ventana. Alix llegó a ser zarina de Rusia al casarse con Nicolás II en 1894 y tomó el nombre de Alejandra Feodorovna. Su hijo, Aléxis que nació en 1904 y que era clínicamente hemofílico, pasó una infancia terrible alterando dramáticamente la vida de palacio. Sufría fuertes hemorragias y llegó a estar varias veces al borde de la muerte en unos momentos en los que nada se

podía hacer desde un punto de vista terapéutico. Esta situación planteaba un grave problema político en aquellos momentos en un país tan convulsionado como Rusia, con una Revolución en ciernes y con la Primera Guerra Mundial a punto de comenzar. No en vano el niño era el zarevich, es decir el heredero.

Debido a esto, el zar y la zarina contrataron a los más importantes doctores y ensayaron todos los tratamientos posibles de la época, hasta que en su desesperación frente a la poca utilidad de las terapias, recurrieron a los consejos de un extraño personaje de oscura personalidad, mitad brujo y mitad médico, llamado Rasputín, que ya disfrutaba de una gran influencia en la zarina, intrigando e interviniendo en asuntos políticos y que era capaz de calmar los síntomas del niño enfermo. No se conocen los métodos que empleó, pero actualmente se piensa que encontró una forma especial de ayudarle a soportar el dolor provocado por las hemartrosis (hemorragias en las articulaciones), relajándole contándole historias o poniéndole en trance hipnótico.

No obstante hay historiadores que ponen en tela de juicio esta versión. La verdad es que Rasputín (el nombre en Ruso quiere decir libertino) era un analfabeto que tenía aparentemente lo que podíamos definir como dotes paranormales. En 1901 abandonó a su familia y se hizo monje ortodoxo propagando algo parecido a un panteísmo pagano. Llegó a manejar los destinos de Rusia sobre todo cuando el zar Nicolás II tuvo que ir al frente de batalla en la Primera Gran Guerra y actuó a su antojo controlando el gobierno. Se llegó a decir incluso que conspiraba a favor de Alemania.

Respecto a su asesinato y su entorno debemos decir que continúa siendo un misterio. Los aristócratas le envenenaron, le golpearon y le dispararon sin conseguir su muerte hasta que malherido fue arrojado al río Neva del que no logró salir. Hizo incluso predicciones esotéricas en la línea de Nostradamus, tanto en política como en aspectos religiosos que son muy poco conocidas, llegándose a postular incluso que el acto terrorista de las Torres gemelas puede entreverse leyendo estas profecías.

Desde un punto de vista contrafáctico y jugando con la ucrania podríamos interpretar que estos hechos tuvieron gran trascendencia en la evolución de la Rusia del momento, ya que para muchos historiadores pudo ser el detonante de lo que se avecinaba. La “foto” de un régimen en descomposición protagonizada por la familia Romanov, en la que se apreciaba en primer plano a Rasputín, anunciaba el trágico episodio de la Revolución de 1917, cuyo precedente determinante fue la de 1905. Desde el primer día en el que Rasputín salvó la vida del pequeño, la confianza de la zarina en él fue total, hasta tal punto, que la voluntad del zar estaba anulada más aún de lo que venía siendo costumbre. Muy probablemente sin la influencia de este personaje sobre la corona rusa, el zar Nicolás hubiera podido tomar las riendas del gobierno sin enfrentarse a su esposa y haber adoptado mejores consejeros; otras medidas sociales y políticas se habrían tomado y muy posiblemente el rumbo de Rusia y en definitiva de Europa y del mundo hubiera sido otro. El amor de una madre ante un hijo enfermo y como consecuencia el abandono de sus labores de estado, pudieron haber sido determinantes en el devenir de los tiempos.

Bibliografía:

Película: Nicolás y Alejandra (1971)
Dir Franklin J. Schaffner Nacionalidad: Reino Unido
Productora: Columbia Pictures.
Intérpretes: Michael Layston, Janet Suzman, Tom Baker, Laurence Olivier.
Premios: Dos Oscar: mejor vestuario y mejor dirección artística y otras seis nominaciones.

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