Había nacido en un momento, sabía que su vida era corta, tan solo duraría lo que los rayos del sol la permitieran, siempre y cuando mantuvieran suficiente intensidad y altura. Sin embargo, la sombra era feliz, había llegado de improviso y no necesitaba ningún permiso. Su forma en algunos momentos era esbelta y alargada, mientras que en otros, rechoncha y deformada. Pero seguía siendo feliz, a pesar de que dependía de ese cuerpo extraño y constante, que no la dejaba ni un instante. Su naturaleza la dejaba acariciar, e incluso fundirse con el suelo, con las paredes, con otras sombras. Nadie podía acusarla de mal gusto pues su color oscuro y discreto, siempre era el mismo. El hecho de cambiar a cada instante la tenía francamente divertida. Se sentía ingrávida y ligera, capaz de acariciar todo lo que la rodeaba, sin que nadie notara su tacto. Sin embargo, la sombra no era libre, sus movimientos siempre eran dependientes, y aunque en ocasiones, era capaz de mejorar los del cuerpo que la originaba, no siempre lo conseguía, pues su dependencia de la luz, la hacía francamente frágil, notaba que necesitaba libertad, la hubiera gustado abandonar ese cuerpo, al que estaba ligada, pero por más y más que lo intentaba nunca lo conseguía.
Por fin, la sombra sale al camino, queda alargada e intensa, y aunque el trayecto es incómodo y pedregoso, el calor de la luz que la proyecta la mantiene feliz. El tiempo transcurre lentamente, mientras la sombra camina y camina de forma rítmica y acompasada, los sonidos le son indiferentes, es consciente que su forma cambia cada instante, a medida que el tiempo avanza, nota como su intensidad disminuye, pero no la importa, de este modo se siente aún más liviana. Llegado un momento, percibe la llegada de otras sombras que la envuelven poco a poco, mientras la luz es cada vez menos fuerte. La sombra queda diluida y su felicidad también.
El alumbrar de un nuevo día, iluminará nuevamente el camino y la sombra renacerá de nuevo para volver a ser efímeramente feliz.
El autor declara bajo juramento ser también el diseñador de la foto, que ha servido de inspiración e ilustración al relato. Por lo que autoriza, su publicación y difusión siempre que esté relacionada, con él mismo.
Seudónimo : Silverio Villarjubín.
María
6 abril, 2016 a las 10:02 am
Poniendo sentimientos y voz a un protagonista tan sencillo, nuestra sombra, este gran autor nos permite una interesante reflexión sobre las luces y sombras de cada día. !Genial!
JOSE SANTOS CARRILLO
20 mayo, 2016 a las 6:02 pm
Muchas gracias María, no soy un gran autor tan solo un tipo creativo y nada más. Muchas gracias por tu comentario. En mi página de face-book tienes mas publicaciones mías. Incluida mi primera novela que aún no está formalmente presentada.