Don Anselmo había sido cliente toda la vida de la camisería El Real. Trabajaba como agente de seguros en unas oficinas del centro de Madrid, y siempre tuvo que dar buena imagen a sus clientes. Tenía el deber de transmitir seguridad y tranquilidad. Durante cuarenta años de oficio compró cada una de sus camisa a Jose Antonio, el dueño de El Real. Bajaba a la tienda, que estaba enfrente del portal de su casa y pasaba horas probándose cada una de ellas antes de decantarse. Siempre le costaba decidirse, pero su mujer se sentaba en el sofá de cuero oscuro que se encontraba fuera del probador y le aconsejaba pacientemente, hasta que ambos se ponían de acuerdo y compraban el modelo que mejor le sentaba. Iba impecable de los pies a la cabeza, era un señor. Luego él hacía lo mismo en la mercería de la esquina con su esposa. Y ambos acababan la tarde del sábado en la churrería de la plaza del barrio.
Ya jubilado, don Anselmo seguía visitando con regularidad la camisería El Real. Jose Antonio, que cuando lo atendía entonces era un chaval, rozaba ya los 65 años, pero seguía trabajando día tras día con la misma energía que el primero.
– ¿Cómo va hoy el día Jose?
– Bueno, pues como siempre ¿Cómo esta usted hoy don Anselmo?
– Yo bien, bien. Todo va bien por suerte, este fin de semana tenemos al nieto en casa, y Rosa está encantada con el niño…
– Como me alegro, aprovéchelo ahora, que para cuando quiera darse cuenta ya se han ido a estudiar por ahí fuera…
– Todavía tenemos nieto para rato, tiene solo un año el niño, y creo que el segundo va en camino…
– ¿Cómo van las ventas de hoy?
-Bueno, pues eso, como siempre, ya sabe que no está bien el patio Don Anselmo. Los últimos años no vendemos un clavel en todo el barrio…
-¿Cómo que no ha vendido nada? Deme inmediatamente unos calcetines. Necesito unos calcetines.
-Pero don Anselmo, se le va a llenar la casa de calcetines ya.
-Le he dicho que necesito otros Jose Antonio, no le haga el feo a un cliente.
-Está bien… ¿Qué le parecen estos de rombos? Tienen una lana muy fina…
-Estupendo, pero démelos en rosa, ya los tengo en marrón.
-Por supuesto, aquí los tengo. Son 14,95. 10,95 para usted.
-De eso nada hijo, anda toma, y no me des bolsa, me los llevo en la mano.
-Está bien Don Anselmo, tenga un buen día, y a ver si se pasa a tomar el café algún día.
-Nos vemos Jose Antonio.