He de decir, que me da pánico sentarme a escribir, pero al mismo tiempo siento una irrefrenable sensación de hacerlo. Mis piernas andan solas hacia el borde de la cama en el que tengo el bolso de trabajo apoyado. Como quien saca un cigarro de una caja de tabaco en un momento de mono, desenfundo el ordenador y me pongo a ello en el sofá del salón. Los dedos comienzan a teclear de forma automática, necesitan desahogarse. Las palabras salen a borbotones sin ningún tipo de filtro racional que las detenga. Mi cabeza está llena de ruido. Dos melodías contrapuestas suenan a todo volumen mental y no puedo pensar con claridad. Escucho a la lavadora dar vueltas en la cocina mientras el cerebro echa humo. Me da miedo que todo explote de repente, pero me da más miedo el vacío que pueda quedar después. Silencio ¿Por qué hay tanta confusión si no hay ningún elemento aparentemente externo que me esté estrenando a este nivel? No lo sé.