Perlas cristalinas surcaron su rostro como muchas otras veces habían hecho.
Se sabían el recorrido y lo temían, pues surgían a causa del vacío, tristeza y desprecio.
Caían en picado como todas las ideas que pasaban por la mente de su dueña, de dolor y culpa.
Lentamente se unían, incluso se mantenían estáticas sobre los labios callados que nunca hablaron de emociones.
Pendían como espada de Damocles, estando vacías conociendo el final del recorrido.
La soledad que tanto asusta solo era atenuada al saber de su inmortalidad…
… del por qué se derrama lágrimas uno nunca se olvida.
Compartir esto