Si te vas, Pasión, pediré de mi agua sus venas
y desearé roja la noche negra que me traigas.
Así, abiertas quedarán las horas,
su tiempo expuesto a la cruenta aleación del recuerdo y sus desdobles.
Y no sabré, ya no podrás, callar la oscura voz de nuestros genes:
morir sin mí, muriendo entero, ser tú y morir entonces,
rota quimera de amantes ciegos.
Y no podré, no lo sabrás, vencer al lixiviado de gotas replicantes,
de telas arrasadas por el peso de la sal.
Entre el antes y el ahora, Dolor, aún todavía.
Pero te escucho, Sentimiento; y te entiendo, Corazón.
Para inventar su paso y extensiones, para tenerla,
huellas, sombras y pliegues en su ausencia.
Vuelva así la incongruencia y la quimera,
que habite, dolorosamente fresca,
en huecos libres de determinismo y desgarro, y allí… ¡y allí!,
su espacio entre sinapsis.
Muerto el todavía, Amor, abrázame luego.
Y si te vas… que te quedes.