— ¡Qué bueno! Si querés te cuento de mí ahora. Me llamo Agustín, algunos me dicen Jacinto, vivo en esta casa… es mágica ¡te lo juro! Se parece a un laberinto fantástico, cuando entro a una habitación luego aparezco en otra y luego en otra y ¡luego en otra! Mi casa tiene vida propia… se llama Lara pero otros le dicen Benjamina, ella camina sola. No tengo hermanos pero me encanta jugar con Clara, Alba y Olivia, otros las llaman Jazmín, Azucena y Margarita…no sé por qué. Ellas cada mañana me esperan en el living, entran por las ventanas, las reconozco por sus voces y por sus olores. Sus colores me divierten mucho, todo el tiempo los cambian y me ayudan a lavarme las ramas. ¡Ah! ¿Y sabes qué? Cuando las toco cierro los ojos y aparezco en otro universo donde todo es verde y hay muchas plantitas y el sol las visita cada día para ponerlas más lindas. Ellas siempre me cuidan y van a venir a vivir a mi casa, dicen que lo necesito para no estar solito. ¿Y sabés qué más Tito? El otro día vino un nene como vos, ¡así…chiquitito! El me explicó que era un duende, por eso te abracé cuando te vi… quiero volver a verlo…porque cuando el sopló… cerré los ojos y cuando los abrí ¡estaba en las estrellas! Hacía tanto que no las iba a visitar, ¡saltamos en las nubes! Y vi mi Larita desde arriba, ¡tan linda! Vi cada ramita de mi casita y los senderos mágicos de cada bosque que hay en ella… te invito… podés venir cuando quieras. ¡Podemos jugar a las escondidas! — Comentó Agustín.
— No amiguito, a eso no — Respondió Tito — porque de ese modo, ya no nos volveremos a ver jamás. No te podré encontrar en el medio de Hylea Amazonica—