Como cuando sólo volaban
los suicidas
pero tus ojos eran
alas incrustadas en mi espalda
con un batido de plumas
que dejaba atrás el olvido.
Como cuando el océano
se hizo pequeño
y un enjambre de dudas
desgarró con furia
nuestro pecado.
¿Recuerdas?
Todo eso no era más
que una viga hecha pedazos,
un cielo de ese azul intenso
que desgarraba cualquier retina
con su humo polvoriento.
Nosotros, amor,
que ya vamos calmos
por las veredas,
que ya sabemos de miedos
y de olvidos,
de despedidas.
Nosotros,
que hemos encontrado
una calle bajo el influjo
de la rutina
y que de hablar sin un oído
conocemos de verdad
la lengua.
Hágase eterna
la vida sin lamento
de nuestra infinita hoguera.
Compartir esto