No sé si sabes que cuando
erré la suma,
saltó una corza en la ladera,
nublando mi mirada para siempre.
Que los pétalos exactos,
hervidos en las ollas del delirio,
cubrían las ventanas infinitas
de los bosques de cemento,
mientras yo,
con el recuerdo de su paso,
gané las cimas del desecho amado.
Solos, ella y yo,
con las rosadas aguas detenidas
en un millar de estrellas,
fundimos mil torpes banderillas
en un átomo fulgente…
Entretanto, cayendo
multitudes fusiladas
por el yerro de la suma,
los errores
escapaban al disparo del control
exacto…
Así que yo, exprimiendo el verde iris
de mis ojos
entre brumas de caricias,
impulsé al espacio sin retorno
el sueño de un suspiro,
y acabé el poema.
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