Girando sobre mí mismo, en este tiempo,
en ese tiempo. Ecos llegan con gritos y silencios
se meten en mis venas, pronunciando lo comprensible
y lo incomprensible. Susurro de dolores y hastíos. Cada
uno con su comienzo y fin o fin y comienzo. Mi mano
atrapa al universo, lo envuelve en su
solemnidad, lo deposita en un rincón. Saltan ratas
o lobos o cuervos o serpientes. No pueden sacarse
sus vestiduras ambivalentes. Los invito a tomar té
en la palma de mi mano. Todos levantan la mano
me preguntan por mi nombre. No respondo,
juegan a la casualidad o la coincidencia. Y así,
hasta su infinito. Acá no importa si lo que veo es
lo que es. No hay relojes, hay baúles, y nadie muere.
Es otra la longitud de este lado.
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