Ve, en la llanura,
el surgir de una ciudad
acariciar el cielo
y ocupar con orgullo
su punto en los mapas.
Cosmopolita ciudad, marmita hirviendo,
florece en su esplendor civil,
y en lo que una marcha suena cerca,
un artificio expresa su ígnea identidad.
El naranjo, en exquisito parque,
su jugoso fruto ofrece generoso,
y, más fértil, su industria muestra
al máximo exponente
el asiento de su emporio burgués.
Lector, guarda silencio:
una peineta reposa
en el tocado antiguo
y, acariciante, el verso
cambia la estancia
guardando tras de sí
la puerta decimonónica.
¡Rojo y amarillo confunden su croma
en convencido beso
y tiñen amorosos en sentimiento azul
su pensamiento,
cuando sobrevuela
el alado signo su corona
y, leal dos veces,
se ampara en su laurel
por muchos siglos!
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