El andar después de tanta agonía
ha sosegado mis temores
porque todos los lugares
son ahora recuerdos
de quienes he dejado atrás.
Esos espacios terminaron convirtiéndose
en las personas que conocí
mientras las visiones son hoy
añoranzas de un pasado inexistente.
Las promesas de una eterna vitalidad
se pulverizaron con los muchos vaivenes
que terminaron convirtiéndose
en ilusiones perpetuas más dolorosas
que la venganza del ayer.
¿Será posible revivir esas memorias?
¿Permanecerán por siempre en la nada?
No lo sé
o tal vez no me importe
cada quien tiene sus propios karmas
y miles de pecados que purgar.
Al final la vida siempre continúa
sin dejar alabanzas desperdiciadas
mientras se derrama en pecados ajenos
y desesperanzas más bien vagas.
Más allá de esos caprichos viciosos
de deseos infundados
no quedan esperanzas de coherencia
ni mucho menos posibilidades de elección.
Las almas siguen condenándose al exilio
y el sentimiento de culpa es ahora
el que corroe nuestras convicciones
por ser débiles y cobardes.
Es un nuevo laberinto
repleto de los mismos deseos
ahora permeados por hedores distintos.
Es ese temor que sentimos
el que impulsa las acciones banales
de injusticia y egoísmo.
Es el sufrimiento y la conciencia de estar vivos
el precio que debemos pagar
por esa pretensión de poder
por ese nihilismo
repleto de contradicciones
e impregnado de un hedonismo
vacío y sinsentido.
Hoy sé que las imágenes fueron reales
y que mi mente las guardará en su memoria
pero mi destino actúa sin indulgencia
hasta que decida si aceptar su condena
o lanzarme al abismo del que
tal vez nunca pueda regresar.