Por las tardes vienes,
me envuelves en el manto largo de tu aliento
y comienzo amar tus anchos ojos,
esos tus pies claros que siempre me cuentan algo,
ah, el mundo blanco de tus sueños,
ah, la flor del pubis descubierto.
Luego te vas como la hora del espanto,
como si no te importara, no demasiado,
trato de sobrevivirte como a un árbol quemado,
pero cae el mismo viento helado
que me arrebata de tus labios
y mis dedos náufragos en vano
te buscan en el aire solitario.
Ya se, no sirve mi reclamo, nunca harías caso,
soy tu martirio, un bulto pesado.
Te busco como un niño perdido,
en un rincón encuentro tu recuerdo marchito
y me quedo solo, solo en el olvido.
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